Moorcook, Michael EM5, La Maldicion de la Espada Negra 

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 He de reconocer que os defendéis bastante bien. Calculamos siempre
tres habitantes por cada uno de nosotros. Se nota que eres occidental, aunque
tu callado amigo tiene los rasgos propios de Elwher. ¿Venís del Este o del Oeste?
 Del Oeste  repuso Elric , somos guerreros que viajamos libremente y
vendemos nuestras espadas a quienes nos paguen o nos prometan un buen
botín.
 ¿Son todos los guerreros occidentales tan hábiles como vosotros? 
Terarn Gashtek no logró ocultar que acababa de darse cuenta de que podría
haber subestimado a los hombres que esperaba conquistar.
 Somos algo mejores que la mayoría  mintió Moonglum , aunque no
demasiado.
 ¿Qué me decís de la brujería..., hay por estas tierras una magia muy
potente?
 No  contestó Elric , se trata de un arte perdido para la mayoría.
La fina boca del bárbaro se torció en una sonrisa, mitad de alivio, mitad
de triunfo. Meneó la cabeza, metió la mano entre los pliegues vistosos de su
túnica de seda y sacó un gato blanco y negro atado. Se puso a acariciarle el lomo.
El animal se retorció, pero sólo pudo sisear a su captor.
 Entonces  dijo Terarn Gashtek , no hay por qué preocuparse. Y ahora
decidme por qué habéis venido. Podría torturaros durante días por haber matado a
diez de mis mejores batidores.
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 Reconocimos la oportunidad de enriquecernos si os prestábamos ayuda,
Señor Portador del Fuego  repuso Elric . Podríamos mostrarte las ciudades más
ricas, conducirte hasta poblados mal defendidos que no tardarían nada en caer.
¿Nos aceptas en tus filas?
 Necesito hombres como vosotros. Os aceptaré a partir de este mismo
instante, pero os advierto una cosa, no me fiaré de vosotros hasta que no hayáis
probado que me sois leales. Buscaros un alojamiento, y esta noche, os espero
para el festín. Os demostraré parte del poder que poseo..., el poder que aplastará
la fuerza de Occidente y que arrasará sus tierras en diez mil millas a la redonda.
 Gracias  dijo Elric . Esperaré ansioso a que llegue esta noche.
Abandonaron la tienda y vagaron por la abigarrada colección de tiendas
y fogatas, carros y animales. La comida parecía escasear, pero el vino
abundaba, y ayudaba a aplacar el hambre de los famélicos bárbaros.
Detuvieron a un guerrero y le transmitieron las órdenes que Teram
Gashtek les había dado. El guerrero los condujo de mala gana hasta una tienda.
 Quedaos aquí..., era la que compartían tres de los hombres que habéis
matado. Os pertenece por haberla ganado en batalla, al igual que las armas y el
botín que hay dentro.
 Ya nos hemos enriquecido  dijo Elric con fingido deleite. Una vez en la
tienda, que estaba más sucia que la de Terarn Gashtek, comenzaron a hablar.
 Me siento extrañamente incómodo  dijo Moonglum , rodeado por esta
horda traicionera. Y cada vez que pienso en lo que le hicieron a Eshmir, apenas
logro disimular las ganas que tengo de acabar con ellos. ¿Qué hacemos ahora?
 Por el momento, nada. Esperemos hasta esta noche y veamos qué
ocurre.  Elric suspiró . Nuestra tarea parece imposible. Jamás había visto una
horda tan numerosa como ésta.
 Por sí solos ya son invencibles  dijo Moonglum . Incluso sin la magia
de Drinij Bara que les ayuda a derrumbar las murallas de las ciudades, no existe
un solo país que pueda hacerles frente, y ahora que las Naciones Occidentales
disputan entre ellas, jamás podrán unirse a tiempo. La civilización misma corre
peligro. Roguemos porque nos venga la inspiración..., al menos tus oscuros
dioses son sofisticados, Elric; esperemos que la intromisión de los bárbaros les
disguste tanto como a nosotros.
 Juegan extraños juegos con sus peones humanos  repuso Elric ,
¿quién sabe lo que planean?
En la tienda de Terarn Gashtek, donde el humo subía en espirales, habían
colocado más antorchas cuando Elric y Moonglum entraron a grandes zancadas,
y el festín, regado sobre todo con vino, ya había comenzado.
 Bienvenidos, amigos míos  gritó el Portador del Fuego enarbolando la
copa . Éstos son mis capitanes..., ¡unios a ellos!
Elric nunca había visto un grupo de bárbaros de tan fiero aspecto. Estaban
todos medio borrachos, y al igual que su jefe, se habían envuelto con una
variedad de prendas del botín. Pero las espadas que llevaban eran suyas.
Hicieron sitio en uno de los bancos y aceptaron el vino que bebieron con
moderación.
 ¡Traed a nuestro esclavo!  aulló Terarn Gashtek . Traed a Drinij Bara,
nuestro hechicero mascota.
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Ante él, sobre la mesa, estaba el gato que no dejaba de luchar para quitarse
las ataduras; junto a él, reposaba una espada de hierro.
Unos guerreros sonrientes entraron a rastras a un hombre de rostro adusto, lo
dejaron junto al fuego y lo obligaron a arrodillarse ante el jefe bárbaro. Era un hombre
delgado, y miraba con fiereza a Terarn Gashtek y al gato. Cuando sus ojos se toparon
con la espada de hierro, apartó la vista.
 ¿Qué quieres de mí ahora?  inquirió, malhumorado.
 ¿Es ése el modo de dirigirte a tu amo, hechicero? No importa. Tenemos aquí
unos huéspedes a los que hay que divertir... hombres que han prometido
conducirnos a las ricas ciudades de los mercaderes. Queremos que hagas unos
cuantos trucos para que ellos los vean.
 No soy un nigromante de feria. ¡No puedes pedirle algo así a uno de los más
grandes hechiceros del mundo!
 Nosotros no pedimos..., ordenamos. Vamos, alégranos la velada. ¿Qué te
hace falta para tu magia? ¿Unos cuantos esclavos..., la sangre de unas vírgenes? Pide
y te será concedido.
 No soy un shamán que masculla conjuros..., no me hacen falta esos
atavíos.
De pronto, el hechicero vio a Elric. El albino notó que la potente mente del
hombre trataba de sondear la suya. Había sido reconocido por su compañero de oficio.
¿Le traicionaría Drinij Bara?
Elric se puso tenso, dispuesto ya a que lo denunciaran. Se reclinó en su
asiento y, al hacerlo, hizo una señal con la mano que los hechiceros occidentales
reconocerían... ¿sabría su significado el oriental?
Lo sabía. Por un momento, el oriental tartamudeó sin dejar de mirar al jefe
bárbaro. Después se volvió y comenzó a hacer nuevos pases en el aire, sin dejar de
mascullar para sí.
Los espectadores se quedaron boquiabiertos al ver que cerca del techo se
formaba una nube de humo dorado que comenzó a transformarse en un enorme
caballo, en el que iba montado un jinete en el que todos reconocieron a Terarn
Gashtek. El jefe bárbaro se inclinó hacia adelante y miró ceñudo la imagen.
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