Wilhelm, Kate Casa Inteligente 

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 Quiero que todos hablen lo más libremente posible  dijo poniendo un dedo sobre
los labios de Constance . Si nuestro asesino necesitaba información del interior, ¿quién
estaba en mejor posición que Alexander? Buen Dios, dentro de ese cráneo debe tener
chips en lugar de materia gris. Mira, uno nuevo. En realidad más de uno.
Estaba mirando hacia el atrio. Constance se unió a él y vio a Milton con tres personas
que no conocía, dos hombres y una mujer. La mujer era muy hermosa.
Vamos a echar un vistazo rápido a la habitación de Gary y al tejado, y luego iremos a
conocer a los recién llegados.
La habitación de Gary fue decepcionante. Sin sus posesiones era sólo otra lujosa suite
de hotel. Se componía de dos habitaciones: un despacho pequeño con dos ordenadores y
el dormitorio. Tenía un armario separado y un baño cuyo tamaño doblaba al que tenía la
habitación de Charlie y Constance. Charlie miró a su alrededor sin que nada le interesara.
 Ya volveremos. Ahora vamos al tejado.
También ahí se decepcionaron. La niebla se había hecho tan densa que el océano no
era visible. Del campo circundante apenas se veía nada. La cúpula era de cristal, el suelo
de plástico, y Charlie comprendió que estaba construido con placas solares. Una pequeña
edificación de madera rojiza albergaba el ascensor y servía también para guardar
numerosas sillas plegables y varias mesas pequeñas. Allí arriba había frío y humedad; no
se quedaron mucho tiempo.
Volvieron a coger el ascensor para bajar y entraron en el atrio, en donde se había
reunido un pequeño grupo para tomar una copa en el bar. El olor a cloro, gardenias, a
naranjos y limoneros en flor ahogaba a Constance. Cuando se acercaron al bar se dio
cuenta de que odiaba Casa Inteligente. Por muy hermosa que fuera, por moderna,
cómoda y conveniente que resultara, estaba hecha también a una escala demasiado
inhumana, con unos colores y muebles seleccionados por expertos, y ojos espías por
todas partes que podían o no estar vigilando.
 Constance y Charlie  dijo Milton Sweetwater al presentarlos . Laura y Harry
Westerman y Jake Kluge. Ahora ya nos conocen a todos.
Al estrecharles las manos y hacer unas rápidas y mutuas valoraciones Charlie pensó
casi agraviado que los hombres de negocios llegados a una edad mediana tenían ciertas
similaridades, como por ejemplo un poco de barriga, o una línea del pelo retrasada, o algo
parecido. Pero ahí había dos ejemplares totalmente saludables: Jake Kluge era largo y
fuerte, con un pelo castaño recto a pesar del corte de pelo. Tras las lentes de contacto,
sus ojos eran de color azul claro. Harry Westerman era un escalador, según Milton, y eso
es lo que parecía. Era duro, nervudo, con esos músculos que nunca se vuelven flaccidos
porque no hay ninguna grasa que los cubra, y tampoco la hay bajo la piel. Sus ojos eran
inquisitivos y oscuros, y ahora parecían irritables e impacientes. Y Laura Westerman era
una maravilla. Estrechó su mano unas décimas de segundo de más; él se dio cuenta de
ello, y ella también.
El ya la había visto, o a otras mujeres como ella, durante años en Nueva York,
normalmente llevando sombrereras, bolsas de maquillaje, corriendo para llegar a tiempo a
su fotógrafo, para servir de modelo, negándose a sí mismas cualquier caloría que
sobrepasara el número designado, al que habían llegado cuidadosamente con la ayuda
de un experto en nutrición. Y también había visto a los maridos, pensó sobriamente, o
bien se los comían los celos, o estaban tan comprometidos en sus interminables asuntos
que se olvidaban del hecho de que su esposa decía que sí a todo hombre que conocía.
 Espero que no tengan miedo de la casa  le dijo Jake Kluge a Constance . En la
última reunión acordamos que salvo algunos sistemas básicos con los que todos estamos
familiarizados este fin de semana no habrá nada conectado. No hay nada que resulte más
preocupante que un ascensor de cualquier edificio de Manhattan.
Antes de que Constance pudiera tranquilizarle, Charlie dijo:
 Realmente es una pena, en cierto sentido. Me encantaría ver esto en
funcionamiento.
 Estamos tomando un vermut  dijo Harry Westerman dándose la vuelta de pronto y
metiéndose tras el bar . ¿Qué quieren tomar? [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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